Ir al contenido principal

Diario de un narcicista 1

 

Capítulo 1 - Ojos perdidos


Él no será yo, porque yo fui tu hombre, y tú fuiste mi mujer. Ni siquiera ha llegado a tu vida, pero sé que llegará. Y cuando llegue, quiero que lo primero que se te venga a la mente sea que él no soy yo. Ni siquiera tengo que quererlo, porque sé que así será. No te volverás a sentir con nadie como te sentías conmigo. Nadie te hará erizar cada parte de tu bello cuerpo con solo una mirada. Tu cuerpo no reaccionará de la misma forma cuando alguien que no sea yo lo toque, cuando sienta otra mano que no sea la mía, le hará falta cada caricia, cada beso, cada masaje. Y por eso se que te haré falta, lo sé. 


No soy un tatuaje, pero estoy completamente seguro de que quedé marcado en tu cuerpo y también en tu alma. Y eso, nunca lo podrás borrar. Aunque digas que soy lo peor que te pasó en la vida, aunque digas que me odias, sé muy bien que en esas noches, esas noches tristes y solitarias, cuando lo único que te acompañe sea el frío que entra por tu ventana, y no yo, a pesar de todo, me vas a extrañar.


Te hará falta el calor de mi piel. Vas a recordar cuando ambos, por ese mismo frío, pero no por tristeza y soledad, sino por el contrario, por amor y por deseo, nos desnudábamos para así dormir abrazados, piel con piel, y alma con alma. Me vas a pensar, y vas a odiar que sea así, porque aunque me odies con todas tus fuerzas, te enamoraste de mí y por eso me vas a recordar.


Yo no soy él. No soy ellos. Soy yo, y a mí no me podrás olvidar, aunque lo desees con todas tus fuerzas. Me seguirás amando, porque la última vez que te vi, tus ojos me estaban gritando que no me fuera, que aún querían ver mi rostro cuando abrieras la ventana del quinto piso, mientras esperaba que tiraras las llaves para poder entrar y, como siempre, ser el motivo de tu sonrisa.


Que aún querían seguir despertando y verme en las mañanas. Que aún querían seguir viendo a los míos. Que aún querían seguir teniendo ese brillo. Tus manos aún me buscan. Ese día lo hacían, y al darme cuenta, las tomé. Se sintió como la primera vez, pero esta vez nuestras manos ya estaban atadas a un pasado triste, incompleto y ahora vacío.


Pero también estaban atadas a la nostalgia, atadas a recuerdos, atadas a las veces que estuve encima de ti y apretabas mi espalda. Atadas a esas lágrimas junto a esa sonrisa de placer que me decían: "No pares". Atadas a las veces que el agua nos cubría a los dos al mismo tiempo. Atadas a cuando ese mismo frío del agua no nos importaba, justamente, porque estábamos juntos.


Podrás engañar a todo el mundo, a tus amigos, a tus familiares, a tus padres, incluso a ti, pero nadie sabrá leerte como yo. Absolutamente nadie hará que salgan lágrimas de tus ojos por sentir tanto placer. Pero seguramente alguien más te hará sentir esa tranquilidad que tanto me pedías. Te hará sentir que puedes confiar ciegamente en él. Confiarás cuando él te diga que te ama, pero ahí estará el problema. Seguramente él lo hará, pero tú no, porque te conozco.


Y nadie más te hará sentir tanto con cosas tan simples como lo hacía yo. Sí, me odias, pero aunque digas odiarme, también me amas. Pero con todo el dolor de mi alma, acepto que ya no eres mía y que nunca más lo volverás a ser, porque yo, este poco hombre como dijiste, no te merece. Y al fin, tengo esos pantalones que tanto dices que me faltan, para aceptar que tengo un problema y que no puedo conformarme con una sola mujer.


Y que por ende, tú fuiste mía, pero yo nunca fui completamente tuyo. Dijiste: "Ya ni siquiera vale lo que escribes, y eso era lo mejor de ti". No te niego que leer esa corta pero dolorosa frase me rompió. No eres la primera y seguramente tampoco serás la última que me diga cosas hirientes para hacerme sentir mal.


Pero sí eres la primera, y también serás la última, que dijo algo que en realidad me afectó, que me hizo replantearme lo que estaba haciendo con mi vida. Y lo peor de todo es que fue con una simple y cruda frase que lastimosamente estaba llena de verdad, que me tocó el corazón. Un corazón que pensé que ya nada estaba sintiendo, pero que cuando leyó eso, sintió todo lo que no había querido sentir en años.


Se sintió destrozado, débil, desnudo y sabiendo que todo ese dolor que estaba sintiendo, absolutamente todo, lo merecía. 


Pero soy egoísta y por ende espero que nunca logres sacarme de ti.









Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Negro

Tenía miedo, muchas veces lo tuve, cuando más lo sentí, fue cuando llegué a Bogotá, a un ambiente completamente distinto, venía de la costa, de un pueblo en el que todo el mundo se conoce con todo el mundo, era muy alegre, había mucho amor por todas partes y ahí tenías amigos por todos lados porque sentías que eran como tú, cosa que nunca sentí al llegar acá. No era tan común ver a gente negra, no sabía lo que era ser un negro en donde solo había blancos, nunca había sentido o visto un trato así cuando niño porque de donde venía, como había dicho antes, eran como yo, tenían mi color de piel, mis costumbres, mi pelo, mi nariz grande, mis ojos oscuros, mi sonrisa, mi fuerza. Cuando vas caminando por la calle y te quedan viendo como si no fueras humano, como si fueras un animal, o como nos suelen decir, un mono, alguien feo y distinto, cuando eres solo un niño no te das cuenta del desprecio, hasta que llegas a una edad en la que eres más consciente de que no te tratan por lo que eres, si ...

Diario de un narcisista

Prólogo. El ser humano es complicado. Yo lo soy. Cuando siento que estoy sintiendo mucho, la mayoría de las veces es cuando estoy sintiendo menos. Y cuando siento que estoy sintiendo menos, la mayoría de las veces es cuando estoy sintiendo más. Antes no quería llorar porque si papá me veía llorando, me daba las razones que él creía que eran válidas para llorar, no diciéndomelas, sino golpeándome. Así, como quien dice, "menos palabras y más acciones". Jaja. Mencioné antes que no quería llorar por eso y porque me sentía pequeño, débil e indefenso. Pero ahora, cuando quiero llorar, no puedo. Ya las lágrimas no salen de mis ojos. Y es raro, porque antes me dolía ver y sentir esas lágrimas recorriendo cada parte de mi cara. Digo que es raro porque ahora me duele que ya casi no salgan, que casi no las siento, que ya casi no las veo. Y me duele sentir que perdí esa capacidad de desahogarme, porque a veces lo necesito y ya no sé cómo hacerlo. Mamá me ha dicho que necesito un psicólog...